lunes, 29 de junio de 2015

¿Cambios?

He cambiado el blog. He decidido incluir más contenido, como poesías (mías no, por Dios), quizás pinturas y algún comentario sobre ellas, música (sí, he quitado el SCM player porque me ponía de los nervios) y no sé. Según vayan surgiendo cosas os las iré diciendo. Nada más, solo eso.


martes, 19 de mayo de 2015

Una mancha.

Pasó el verano. Pasó el otoño. Pasó el invierno. Se saltó la primavera. Y llegó el verano, más sofocante que nunca. Y nadie seguía sin darse cuenta de que él tenía un vacío. Éste no estaba dentro de su corazón, como suele decir la gente. Este vacío ocupaba toda su cabeza. Desde el bulbo raquídeo hasta el maldito borde del cerebro; esa mancha negra formaba un caos, le confundía, le hacía mezclar lo real y lo que no lo era, incluso le hacía sobrepasar los límites establecidos dentro de su raciocinio.
Y lo peor era que no podía evitarlo. 
Hora tras hora, día tras día, semana tras semana, él no salía de su agujero negro interior; se estaba absorbiendo a sí mismo, llevándose lo que quedaba de amor, compresión y fraternidad. 
La gente le preguntaba por qué era tan frío. Él no contestaba. Temía a que le encerraran en una habitación acolchada donde los demonios acabaran por hacerle trizas la poca vida existencia que le quedaba. 
Y pasó el verano. 
Y pasó su vida. 
Y él se quedó corriendo tras ella como un pasajero hace con el tren de vuelta a su hogar.

El problema era que él no sabía donde estaba eso.

Después de tanto tiempo sin escribir, creo que he vuelto. No aseguro nada.


domingo, 24 de agosto de 2014

El fuego.


-Esta era la historia de un vacío con forma de chica, que se arrastraba por un mundo demacrado por la hipocresía, la mentira y el orgullo. Ella era un intento de artista, con alma creativa y pelo de fuego. Su pelo ardía como su corazón, a base de rabia y dolor. Los miércoles iba a la vieja colina, y leía poesía feliz y dibujaba rostros, y árboles y humo. Un día, en un ataque de rabia y frustración arrancó la hoja treinta y tres de la vieja libreta que usaba para escribir sus penas, la convirtió en un avión y la tiró desde lo más alto de la colina, esperando que algún príncipe de hielo la encontrara y pudieran fundirse juntos, como el hielo y fuego que serían.

Pero no fue un príncipe azul quien la encontró, sino una simple chica, bajita y morena, pero risueña e inquieta. Ella buscó a la chica de fuego por toda la ciudad, hasta que un jueves acabó exhausta en una colina con un gran sauce. Decidió que subiría a la copa del sauce para ver el atardecer y reflexionar. Pero no fue la belleza del atardecer la que encontró allí, sino un grabado en la rama más gruesa del árbol.

Puestos a que no encontraré la felicidad en este mundo, apagaré el fuego de mi alma, y el humo resultante de mí, volará a un mundo mejor, donde encontrar todo lo que me es deseado.”

La chica morena no dudó en que la autora de aquel grabado era su chica de fuego. La chica morena no pudo hacer otra cosa que llorar y llorar en la copa de aquel viejo sauce. Aquella tarde el cielo se tiñó de rojo y naranja, y al final, negro. Negro como las cenizas.- cuando la vieja cuidadora terminó el cuento, Nico sintió una especie de calor sobrecogedor.
-Me ha gustado mucho, pero, ¿qué pasa con la chica morena?- pregunto el pequeño con desconcierto.

-Pues, dicen que lloró tanto que acabó por fundirse con el árbol, y dicen que de ahí vienen los sauces llorones, de historias de fuego y lágrimas- dijo la vieja sabia.

martes, 5 de agosto de 2014

Orquídeas de humo.


Vivimos la historia de un campo sin margaritas,
un bolígrafo sin tinta,
una carta sin destinatario,
una gota sin humedad.

Puede ser porque el verano acabó,
los niños volvieron a la ciudad, 
y el estuche cambió las ceras de color por fríos bolígrafos.

Tú siempre fuiste el romper de las olas,
el primer rayo de luz del día,
el columpio meciéndose.

Yo era el caer de las hojas,
la taza de café casi vacía,
el placer del piano.

Acabamos siendo el pincel de aquel artista,
ese bolígrafo mordisqueado,
el olor de las orquídeas,
y el cigarrillo sin acabar.

Ahora he acabado siendo un vacío,
tu vacío.

Con olor a invierno sofocante.

lunes, 21 de julio de 2014

¿Quién fue la decepción?


Fue chico,
y no chica,
una pena,
él quería chica,
y empezó a odiarlo.

A los cinco,
derramó una copa de vino,
cayeron al suelo trozos de cristal,
y un niño,
ambos rotos.

A los diez,
no llegó a las nueve,
sino a las once,
y al día siguiente no salió a jugar,
se quedó en casa,
contando moretones.

A los catorce,
se enamoró de aquel chico,
no de la chica,
y acabó llorando lágrimas 
que sabían a sangre y sal.

A los diecisiete,
lo echaron de casa,
y se rompió un diente,
qué más daba,
nadie lo iba a querer,
además no entendía qué importaba,
si entrar en Derecho,
o en Bellas Artes.

A los veinte,
fue a comprar,
un bote de pastillas,
una botella de vodka,
y una habitación de hotel;
y esa noche su padre recibió una llamada
y sonrió,
al fin y al cabo, 
no era tan cobarde aquel hijo.

martes, 24 de junio de 2014

Crónicas de una gota de café.

“Quizás la felicidad no sea para todos”.

Llegué a esa conclusión una tarde de verano con complejo de invierno.
No me importaba el tiempo.
Por esos entonces me sabía bien el invierno.
Ahora lo aborrezco.
Quizás sea porque dentro de mí caen aguaceros que terminarán por arrasar lo que queda de mi alma. Quizás porque fue invierno cuando conocí al dolor.
Quizás no fue la estación.
Fue lo que pasó en esa estación.
Han pasado meses desde esa tarde, y ahora en un nuevo invierno, llego a una nueva conclusión.


“Quizás la felicidad no sea para todos”.

martes, 17 de junio de 2014

Blanco y consumido.

Se consumía,
como las hojas de un nogal al caer,
como un cigarrillo a las tres de la madrugada,
como una carta de amor y lágrimas al fuego;
se consumía a sí mismo con cada día que pasaba.

Le dolía,
como un golpe en la cabeza,
como un taladro en el pecho,
como una cuchilla deslizándose por su muñeca.

Y después de todo, añoraba sus besos,
aquellos en una fría tarde de invierno,
con esos labios helados,
que no expresaban amor,
expresaban indiferencia,
y engaño.

Pero lo fueron todo para aquel chico,
blanco como los inviernos,
y consumido como una colilla.”